¡Hola! Soy Moisés, un tipo que con 38 años decidió aventurarse en el mundo de los fermentados, destilados y ungüentos. Llevo trabajando en el mundillo de la restauración y la industria alimentaria desde que tenía la edad de quince añitos. ¡Sí, señor!
Pero déjame decirte que la semillita de El Bruixot del Montseny germinó en medio de la incertidumbre generada por el pandemónium sanitario y laboral que nos azotó. Resulta que una amiga mía me soltó el rollo de los fermentados llenos de probióticos, como el Kéfir de agua y la Kombucha, que supuestamente te convierten en una roca inmune capaz de resistir cualquier embestida externa. Así que, ¿qué hice? Pues claro, me puse a investigar, probar y elaborar mis propios fermentados, como el pionero que soy.
Investigando sobre estas maravillas llenas de bichitos buenos para el cuerpo; y oye, entre prueba y prueba, descubrí la hidromiel al más puro estilo vikingo. Le di vueltas y vueltas hasta conseguir una bebida burbujeante y sabrosa como ninguna otra.
Y ahí no paró la cosa, ¡no, señor! Estas pruebas caseras de bebidas artesanales me llevaron a meterme en el mundo de los destilados, concretamente el Patxarán, un licor de cítricos y la Ginebra. Y, ojo, la Ginebra tiene una tradición europea que te mueres y un abanico de matices que ni te imaginas.
Lo que me flipa de verdad es la naturaleza y todo lo que nos ofrece, por suerte para mí, vivo en una región llena de plantas aromáticas y medicinales: el Montseny.
Así que se me ocurrió la genial idea de hacer una ginebra con botánicos endémicos. Todo un derroche de originalidad, ya te lo digo yo. Porque, ¿sabes qué? Las ginebras que encontré por ahí estaban hechas con botánicos exóticos y producidas en masa, como churros. ¡No, no, no! ¡qué aburrimiento! Yo quiero algo auténtico, cercano y con sabor a mi tierra.
El proyecto se basa en una economía local, cercana y sostenible. Nada de andar trayendo cosas de miles de kilómetros de distancia. Aquí apostamos por el kilómetro cero, por impulsar la riqueza de nuestra región y por cuidar el medio ambiente.
En fin, estoy en busca y captura de esas recetas perdidas, esas que se guardaban en los recetarios de las abuelas. Vamos, a lo tradicional, pero con un toque moderno e irónico, porque si hay algo que no falta en mi vida, es el buen humor.
¡Salud!
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